Xacio Baño presentó ‘Trote’, su primer largometraje, una película planteada a partir de pinceladas etnográficas, y en la que primaba aquello que la cámara no podía (o no quería) ver. Con paso elegante y precisión exquisita en el encuadre, dio vida a las tensiones inmensas dentro de un micro-universo encerrado en el corazón de Galicia. Éstas eran invisibles, pero se sintieron latir en prácticamente cada fotograma. En la dirección de actores, en la disposición de los cortes, en la escritura de las -pocas- líneas de diálogo… La bestia no podía se aplacada: el peso de los roles de familia (artificial pero insoportable) amenazaba con aplastarlo todo. Y lo hizo, amparado por la inimputabilidad que le confería el fuera de campo. Incontestable muestra de comprensión de todo lo que cabe entre los espacios que nos deja el lenguaje cinematográfico.

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